# taz.de -- 50 años del Golpe de Estado en Chile: Un pasado que no se va
       
       > Represión, impunidad y un proceso constituyente fallido – Chile se
       > enfrenta a la incertidumbre y a las continuidades y herencias de su
       > pasado.
       
 (IMG) Bild: El presidente Boric con militares durante la ceremonia de Juramento de la Bandera, 9 de julio
       
       El programa del presidente [1][Gabriel Boric], electo en diciembre de 2021,
       prometía abordar los problemas de seguridad y orden público garantizando,
       al mismo tiempo, los derechos de las personas. Para ello contemplaba una
       serie de medidas, entre otras, la derogación o modificación de normas
       represivas, y el término del estado de excepción de Emergencia y de la
       militarización en la región de la Araucanía y las provincias de Biobío y
       Arauco, en el sur del país, habitadas por numerosas comunidades mapuche.
       
       La refundación de Carabineros, un cuerpo de policía nacional militarizada,
       fue uno de los objetivos priorizados debido a los graves actos de
       corrupción y masiva malversación de recursos públicos detectados en esta
       institución en 2017, y de su responsabilidad en numerosos y graves casos de
       violaciones a los derechos humanos, en particular contra miembros del
       [2][pueblo mapuche], y contra miles de [3][manifestantes] durante la
       revuelta social que estalló en octubre de 2019 y se prolongó con distintas
       intensidades, durante cinco meses.
       
       Considerando ese diagnóstico no dejan de sorprender las elogiosas
       declaraciones del coronel Sigurd Jager de la BKA sobre Carabineros cuando
       manifestó tener “una impresión muy positiva de esta organización, muy
       estructurada, capacitada, muy profesional en múltiples ámbitos“, con
       ocasión de un seminario sobre crimen organizado, tráfico de drogas y
       delitos cibernéticos, realizado en Chile en enero de 2022, en el marco del
       convenio de colaboración suscrito con Alemania durante el anterior gobierno
       de derecha de Sebastián Piñera, renovado en mayo de este año.
       
       ## ¿Más de lo mismo?
       
       Transcurrido un año de gobierno, el balance no muestra avances en la
       dirección prometida. El objetivo de refundación de Carabineros fue
       reemplazado por el de una “reforma“, y en la práctica, el énfasis ha estado
       puesto en el fortalecimiento de esta institución antes que en su
       transformación. De hecho, gran parte del abultado presupuesto 2023 en
       materia de orden y seguridad —un 4,4% más que el año anterior— fue
       destinado a Carabineros.
       
       La reciente promulgación de la ley de “legítima defensa privilegiada“ o de
       “gatillo fácil“ fue leída como un respaldo incondicional a Carabineros, al
       otorgarles una virtual inmunidad ante la justicia. Por esta razón, concitó
       un amplio rechazo de organizaciones de derechos humanos y de abogados,
       juristas y criminólogos.
       
       Este cuerpo legal modifica varias normas existentes y consagra la
       desigualdad ante la ley ya que, por una parte, aumenta las penas para los
       imputados que agredan a los miembros de las fuerzas armadas y policiales y,
       por otra, establece que “se presume el uso racional de las armas a
       disposición por parte de Fuerzas Armadas, Carabineros, PDI y Gendarmería
       durante el ejercicio de sus funciones“; y en los casos en que existan
       pruebas de un uso excesivo de la fuerza, las penas podrán ser rebajadas
       hasta en tres grados. Esa impunidad institucionalizada tiene una estrecha
       relación con aquella que ha beneficiado a los responsables de violaciones a
       los derechos humanos en dictadura.
       
       En el trabajo legislativo hay también un numeroso grupo de proyectos en
       materia de seguridad y orden público que el gobierno y la oposición de
       derecha acordaron priorizar para ser promulgados antes de fin de año. Son
       31 iniciativas que, entre otros objetivos, contemplan entregar más
       atribuciones a Carabineros, crear el Ministerio de Seguridad Pública y
       fortalecer el Sistema de inteligencia del Estado, establecer mayores
       exigencias a las personas imputadas para obtener la libertad condicional,
       simplificar los procedimientos para la construcción de cárceles, y aumentar
       las sanciones al delito de usurpación en casos de ocupaciones ilegales de
       terrenos.
       
       A las iniciativas anteriores se suma la prórroga reiterada del [4][estado
       de excepción en la zona mapuche], aprobada por el Congreso a solicitud del
       presidente, quien, pese a haberse negado en el pasado a calificar de
       “terrorista“ el accionar armado de grupos mapuche, meses después de asumir
       el gobierno afirmó públicamente la existencia de “acciones de carácter
       terrorista“, justificando así la continuidad de la situación de excepción.
       
       Ahora, sectores de la oposición presionan por la adopción de medidas
       similares, incluyendo una mayor presencia de las fuerzas armadas en las
       regiones vecinas, y en la fronteriza zona norte, punto de ingreso de un
       importante flujo migratorio.
       
       En este contexto, es preocupante lo informado recientemente por El Mercurio
       —diario favorito de la elite chilena— sobre la operación conjunta en el
       país de 1700 efectivos de tropas especiales de Chile, EE.UU. y España. El
       ejercicio simulaba una misión ordenada por la ONU para “imponer la paz en
       un Estado convulsionado por una fuerza insurgente que ha generado una
       crisis interna y una escalada de violencia (…) y para que vuelva a regir el
       Estado democrático“. El teatro de operaciones definido se extendía entre
       Antofagasta y Magallanes, esto es prácticamente todo el territorio
       nacional.
       
       En un país que durante 17 años fue escenario del terrorismo de Estado,
       inspirado en la Doctrina de Seguridad Nacional y las políticas
       contrainsurgentes ensayadas por el colonialismo francés en Argelia, es
       inevitable relacionar este tipo de discurso y demostraciones con ese
       periodo de la historia de Chile, sin embargo el hecho no ha sido explicado
       por las autoridades civiles.
       
       Así, hasta ahora, el conjunto de estas medidas y políticas no se distingue
       tanto de las implementadas por gobiernos anteriores, y la pregunta que esta
       constatación plantea es ¿cuáles son las condiciones que han hecho posible
       esas continuidades?
       
       ## Renuncia y desplazamiento al centro
       
       Las explicaciones son múltiples y en torno a ellas sigue habiendo un
       intenso debate. De un modo muy grueso se puede afirmar que, al menos, hay
       dos ámbitos a considerar: uno político institucional, y otro relativo al
       comportamiento social. Sobre el primero, hoy es determinante la correlación
       de fuerzas en el Congreso que puede impedir cualquier reforma sustantiva.
       Aún más desventajosa es la composición del [5][Consejo encargado de la
       redacción de un segundo texto constitucional] —después del rechazo
       abrumador del primero—, donde la derecha junto a la ultraderecha cuentan
       con una mayoría absoluta, lo que obliga a pensar que el resultado puede ser
       peor que la Constitución actual, diseñada en dictadura.
       
       Este no era el escenario previsto por una coalición que, además, ha
       demostrado carecer de suficientes cuadros políticos con experiencia en la
       gestión gubernamental, y no cuenta con un proyecto político consistente y
       viable. Estos factores la empujaron a una temprana alianza de gobierno con
       parte del conglomerado que condujo la transición en la postdictadura,
       proceso que había sido objeto reiterado de sus críticas pero que sus
       representantes, partiendo por Boric, han terminado valorando. Este pacto
       implicó una renuncia y un desplazamiento hacia el centro, clausurando o, al
       menos, limitando la voluntad transformadora explicitada previamente.
       
       En cuanto al comportamiento social, ¿qué fue lo que pasó en ese periodo
       comprendido entre la revuelta y el rechazo a la nueva Constitución? Ese
       breve lapso de cuatro años fue de una gran intensidad y aceleración y, al
       mismo tiempo, tuvo la densidad de una década. Vivimos la masiva rebelión de
       2019 y sus continuidades; el encierro en pandemia bajo un gobierno de
       derecha que hizo un manejo securitario de la emergencia sanitaria; un
       proceso constituyente y espacio de importantes disputas que produjo un
       texto constitucional avanzado pero, finalmente, rechazado en el plebiscito
       de 2022, expresión de un voto de castigo que empoderó a la ultraderecha.
       
       Fue clave en ese desenlace la respuesta del sistema político a las demandas
       que movilizaron a millones en todo el país en 2019. En lugar de satisfacer
       en ese momento, al menos, algunos de los reclamos por mejores pensiones e
       ingresos, salud y educación, entre otros, se ofreció una nueva
       Constitución. Pero el malestar permaneció.
       
       La aparición de un tipo de delincuencia más violenta aumentó la
       incertidumbre, lo cual fue aprovechado por los sectores conservadores,
       vinculándolo, además, al incremento de la inmigración, aunque se sabe que
       no son fenómenos relacionados. El objetivo de la derecha, finalmente
       logrado mediante el despliegue de una gran campaña mediática, fue poner el
       eje de la discusión en el tema de la seguridad —ajeno al texto
       constitucional—, mientras los sectores progresistas no lograron ni siquiera
       visibilizar aquellos temas de interés común presentes en la propuesta, que
       podrían haber contribuido a revertir el rechazo expresado en las encuestas.
       
       ## Un pasado presente
       
       En una mirada de más largo plazo, la abogada defensora Karinna Fernández,
       consultada para este artículo, señala que entre los muchos aspectos a
       relevar para entender las continuidades de las prácticas represivas del
       Estado, “el de mayor importancia, que ha asegurado la represión y graves
       vulneraciones a los derechos humanos, sobre todo en materia de protesta
       social, está marcado por lo que desde los años setenta señalaba Juan Méndez
       [abogado y activista argentino], y que se caracteriza en el derecho
       internacional de los derechos humanos como la obligación que tienen los
       estados, especialmente en momentos transicionales, de separar a los
       involucrados y a los verdugos, de sus cargos, única forma en que una
       sociedad puede avanzar en justicia.“
       
       Pero en Chile, agrega Fernández, eso no sucedió. Cuando terminó la
       dictadura, Augusto Pinochet mantuvo su cargo de general y luego asumió como
       senador designado. Y no fue el único. “Los verdugos han mantenido el poder
       y siguen asociados a grupos de la elite, particularmente económica. Eso,
       junto a procesos de enriquecimiento ilícito y de privatizaciones, fue
       generando marcos de impunidad sistémica.“ En 2012, “durante las masivas
       manifestaciones por demandas sociales en Aysén, en el sur de Chile,
       producto de la represión, uno de cada 10 mil habitantes perdió uno de sus
       ojos a causa de la acción policial, y los jefes que lideraron esos
       operativos, fueron ascendidos, algunos dirigieron luego la represión en
       2019 y hoy son generales a nivel nacional. Así, esto va generando una
       repetición continua de los delitos.“ Uno de esos oficiales es el actual
       director general de Carabineros Ricardo Yañez.
       
       Esos grupos de la elite económica participaron activamente en las
       transformaciones económicas, sociales, políticas y culturales impuestas
       mediante el terrorismo de Estado. Entre ellas, las políticas de
       privatización de recursos del Estado y de servicios públicos que, en medio
       de un mercado sin contrapeso profundizaron la desigualdad. Hoy, esto se
       manifiesta, por ejemplo, en el endeudamiento estructural de más del 70% de
       los hogares (gastos mensuales son mayores a los ingresos mensuales), o en
       cuestiones tan básicas como las limitaciones que enfrenta la organización
       sindical ante la inexistencia de la negociación colectiva por ramas de la
       producción, y de un derecho a huelga efectivo.
       
       Durante la postdictadura, a falta de una política social, la represión
       siguió siendo necesaria para la estabilidad del sistema. Y como las formas
       hegemónicas de entender el orden público y la seguridad no han sido
       sometidos a un examen crítico, se han mantenido las lógicas previas.
       Incluso, según el abogado Silvio Cuneo, en democracia se extendió un
       discurso populista punitivo, se fortaleció un verdadero Estado penal y el
       encarcelamiento se convirtió en un sistema de control y gestión de la
       pobreza, por ello el aumento del número de cárceles no guarda relación con
       los índices de delincuencia.
       
       En los últimos años no ha habido cambios que modifiquen este diagnóstico.
       Ahora, tampoco hay compromisos en esa dirección.
       
       [6][Este artículo también se publicó en alemán].
       
       11 Sep 2023
       
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