Sigo leyendo ESCRITURA NO-CREATIVA Gestionando el lenguaje en la era digital. Voy por una parte que me tiene fascinado, que habla de la naturaleza maleable del texto en estos dias. La edicion original del libro tiene como 15 años, por lo tanto me resulta interesante en vista de lo que luego sucedio con lo que llamaron la big data y ahora los LLMs para inteligencia artificial. El lenguaje sigue siendo el sosten de todo, aunque ahora sea gestionado por robots en gran medida (obviamente no aqui en texto plano, y ahi radica su belleza en gran medida creo yo; de lugares y comunidades como esta). Me gusta el texto como acercamiento a la cosa, como analisis de situación, y como una forma para tratar de entender como es el momento actual, el espiritu de este tiempo. Personalmente tiendo a ser critico con ciertas tecnologias que en mi humilde opinion estan bastante orientada al control de masas y a generar ruido y basura de todo tipo en la comunicación. Con esto lo que quiero decir es que a priori no estoy en contra de la IA, creo que es un tema mucho más complejo. Si estoy en contra del uso que se le está dando hoy en dia y como no hay casi regulación al respecto. Habiendo hecho esta aclaración, dejo un extracto del libro: ---------------- LA CANTIDAD ES LA NUEVA CALIDAD Confrontados con una cantidad de texto digital sin precedente, debemos redefinir lo que entendemos por escritura para poder adaptarnos al nuevo campo de abundancia textual. ¿A qué me refiero por abundancia textual? Un estudio reciente mostró que en 2008, el norte americano promedio consume 100.000 palabras de información en un solo día. (En comparación, La Guerra y la Paz de León Tolstoi tiene tan solo 460.000 palabras.) Esto no significa que leamos 100.000 palabras al día; significa que 100.000 palabras pasan frente a nuestros ojos y oídos en un período de 24 horas". Me inspira que estos estudios traten las palabras de manera material. No les interesa lo que significan las palabras, sino qué tanto pesan. De hecho, cuando los estudios de medios quisieron cuantificar el lenguaje por primera vez, utilizaron palabras como su medida, una práctica que continúa hasta la fecha: En 1960, no existían las fuentes digitales de información. La televisión era analógica, la tecnología electrónica empleaba tubos de vacío en vez de microchips, las computadoras apenas existían y eran utilizadas en su mayoría por el gobierno y algunas pocas grandes compañías... Lo que ahora conocemos como bytes recién se inventaba. Por tanto, los esfuerzos tempranos de medir la economía de la información empleaban palabras como el mejor barómetro para entender el consumo de información. Al emplear palabras como medida... [se] estima que 4.500 trillones se "consumían" en 1980. Calculamos que las palabras consumidas crecieron a 10.845 trillones en el 2008, lo equivalente a unas 100.000 palabras al día por cada ciudadano estadounidense. Ahora bien, no podremos saber jamás qué significan todas esas palabras, o si inclusive tienen algún uso, pero para los escritores y los artistas -que a menudo se especializan en encontrarle el valor a las cosas que la mayoría de las personas ignoran- esta superabundancia de lenguaje conlleva un giro dramático en su relación con las palabras. Desde los álbores de los medios, hemos tenido más palabras a disposición de las que jamás podremos consumir, pero algo ha cambiado radicalmente: nunca antes el lenguaje había tenido una materialidad -fluidez, plasticidad, maleabilidad- que exigiera tanto ser manejada por el escritor. Antes del lenguaje digital, las palabras casi siempre se encontraban apresadas en una página. Hoy, en cambio, el lenguaje digital se puede insertar en una variedad apabullante de contenedores: un texto escrito en Word se puede meter en una base de datos, su imagen puede ser alterada en Photoshop, animada en Flash, el texto puede ser exportado a procesadores de texto online, envia do como spam a miles de correos electrónicos e importado a un programa de edición de sonido para ser reeditado como música. Las posibilidades son infinitas. En 1990, el Museo Whitney montó una exposición llamada Image World, que especulaba con que el resultado de la saturación y el dominio total de la televisión sería que las palabras desaparecerían de los medios por completo para ser reemplazadas por imágenes. En su momento, con el surgimiento de la televisión satelital y por cable, la caída de la palabra impresa parecía probable. El catálogo de la exposición pregonaba la ubicuidad y la eventual victoria de las imágenes: Todos los días... el ciudadano promedio se ve expuesto a 1.600 anuncios... el espacio está lleno de mensajes. Cada hora de cada día se transmiten las noticias, el clima, el tráfico, las finanzas y programas culturales, religiosos y de consumo en más de 1,200 canales de televisión pública, por cable y cadena nacional. Programas de televisión como 60 minutos emulan la estructura de las revistas, y los periódicos como USA Today imitan las estructuras de la televisión. Exitosos articulos de revistas dan pie a tramas de películas que generan productos de mercadotecnia y después a programas de televisión basados en las películas, que a su vez son novelizadas. De igual manera, en 1998 Mitchell Stephens publicó un libro con el título The Rise of the Image, the Fall of the Word [El surgimiento de la imagen, la caída de la palabra], que traza la caída de la palabra impresa que comienza con la desconfianza de Platón en la escritura. Stephens, un gran amante de la palabra impresa, veía el video como el futuro: "Las imágenes cinematográficas afectan nuestros sentidos con más efectividad que las líneas negras impresas sobre páginas blancas". Stephens tiene razón, pero lo que no podía ver es que en el futuro el video estaría compuesto casi en su totalidad de líneas negras de texto. A los curadores de Image World y a Mitchell Stephens los tomó por sorpresa Internet, una tecnología por entonces emergente que funcionaba a base de texto y que muy pronto desafiaría y desbordaría sus augurios sobre el dominio de las imágenes. Aun cuando la revolución digital se base cada vez más en imágenes y en movimiento (impulsados por el lenguaje), ha habido un crecimiento inmenso de las formas textuales: desde redactar correos electrónicos a postear en blogs; desde enviar mensajes de texto a actualizar el estatus en las redes sociales, pasando por tuitear en masa, estamos más involucrados con la escritura que nunca. Incluso Marshall McLuhan -quien tuvo razón sobre tantas cosas al predecir nuestro mundo digital- se equivocó en esto. También veía la llegada de un mundo de imágenes y se quejaba de la naturaleza lineal de Gutenberg. Predijo, de hecho, que regresaríamos a un mundo basado en la oralidad, la sensualidad y lo táctil; un mundo multimedia que acabaría con los estrechos siglos de prisión textual. Y en eso tenía razón, mientras más crece Internet más se enriquece, más táctil se vuelve, y más intermediaciones genera. Pero McLuhan aún tendria que enfrentarse al hecho de que estas riquezas digitales se verían impulsadas, al fin y al cabo, por un lenguaje lineal, programado con reglas mucho más estrictas que cualquier forma retórica previa. Sin embargo, lejos de la prisión mcluhaniana de palabras en líneas horizontales, la otra cara del lenquaje digital es su maleabilidad: el lenguaje como una plastilina que se puede agarrar, acariciar, esculpir y estrangular. El resultado es que el lenguaje digital exhibe su dimensión material en formas que eran desconocidas hasta ahora. ---------------- Siento que de alguna forma hoy en día, estamos en contacto con un volumen de texto exponencialmente mayor que cuando se escribió este libro, y a la vez tambien significativamente mas fragmentado. Me gusta el abordaje artistico al respecto, para quizas desandar ciertos caminos. Sobretodo los que conducen a la perdida de analisis critico, y el valor del hacer sentido en ultima instancia. q