No pensaba escribir sobre esto pero al final creo que debo hacerlo. Hace ahora 20 días murió un buen amigo, no le conocía hace mucho tiempo pero ya le consideraba un buen amigo, nos escuchábamos y apreciábamos la opinión del otro, teníamos algunos gustos y opiniones en común y es una de las pocas personas aparte de mis parejas y familia directa con las que he ido de vacaciones. Murió el día después de Navidad, en su casa después de desayunar de un infarto de miocardio súbito e impredecible. Su mujer Rosa nos mandó un mensaje terrible: Javi está muerto en el suelo de mi habitación decía más o menos. Inmediatamente cogimos el coche y nos plantamos en su casa, os podéis imaginar el panorama, policía, ambulancia...un par de familiares y Rosa y su hijo deshechos a los que abrazar. Cuando alguien muere repentinamente sin que antes tuviera problemas médicos diagnosticados y no llegan siquiera a verlo vivo el trámite es aún más largo y pesado que si te llevan al hospital en las últimas. Pasamos varias horas con Rosa en su salón y...lo que uno piensa en esas condiciones, quiero decir ella...es curioso y a la vez terrible. ¿Qué cosas nos dijo ella? Lo primero es la incomprensión ¿por qué a mi, por qué a él? siguen pensamientos que a los demás se nos hacen raros en ese momento, ¿qué pasará con esta casa tan grande para mi? ¿qué voy a hacer con el coche? Ahora soy viuda (como sorprendida) y más llanto. Lo material, ¿cómo arreglaré los papeles? ¿qué pasará con sus cuentas en el banco? ¿y tal seguro y tal otro? Días después, ¿cómo voy a salir ahora con tal pareja de amigos? ¿qué pinto yo sola? y como Javier estaba gordo aunque sano ella se plantea ¿por qué no insistí en que adelgazara? Y otra reflexión que refleja la naturaleza humana: ¿por qué todos estos gordos que me encuentro siguen vivos y él tuvo que morir? Supongo que todos queremos buscar razones a cosas que no tienen ninguna explicación. Te hace pensar si tienes tus cosas al día y qué pasará en el momento inevitable que a todos nos llegará. jaime@sdfeu.org